agosto 07, 2007

Ferrara: "No hay salud sin la participación popular"


ENTREVISTA
Por Leandro Raspino y Facundo Cornejo

Floreal Ferrara fue dos veces ministro de Salud de la Provincia de Buenos Aires: en 1973/74 bajo el gobierno de Oscar Bidegain, y en 1987/88 durante el mandato de Antonio Cafiero. Implementó un novedoso sistema de integración de la población para la atención primaria de la Salud: los ATAMDOS –Atención Ambulatoria Médica y Domiciliaria de la Salud. Crítico acérrimo de la gestión de Ginés González García, titular de la cartera a nivel nacional, el cardiólogo considera que la participación popular es la clave para una mejora del sector.

­-Los hospitales del país están abarrotados de gente, tienen un gran déficit de insumos, profesionales y graves problemas edilicios…
­-(Interrumpe) ¿Faltan profesionales? Uh, les vendieron el negocio, los cagaron (se ríe). Ese no es el problema.
Los hospitales son muy viejos, forman parte de un esquema antiguo de la salud, y ahí el país sigue gastando guita en esto. Cada ministerio que llega cree que construir un hospital contribuye a su estatua para el futuro. Bueno, en algún aspecto de este sistema de medicina total y absolutamente mercantilizada, tienen razón. Pero no es así, el país necesita en este momento decididamente una atención primaria. Pero hay una cosa nueva en la atención ambulatoria domiciliaria, y es la participación popular (control de los vecinos en la administración del centro asistencial). No hay salud en ningún lugar del mundo sin la participación popular, no es el esquema con el que se maneja el modelo salud.
No se puede hablar de un hospital que funciona cuatro horas, tres horas, dos horas. Poné el hospital las 24 horas, poné el hospital auténticamente con médicos de jornada completa, retención de título (el trabajador estaba imposibilitado de ejercer su profesión fuera del centro de salud en el cual fue contratado), y vas a ver cómo ese hospital es 5 hospitales. Porque tenés un sentido de pertenencia del hospital, ¿así, qué carajo de sentido de pertenencia tenés si vas ahí y dejás el auto en marcha porque te tenés que rajar de inmediato? No es difícil resolver esto, pero forma parte de una revolución que no está hecha.

-¿Cómo funcionan los ATAMDOS que usted instaló en Buenos Aires y qué pasó con el funcionamiento de los hospitales?
-Un ATAMDOS estaba compuesto por cinco personas: un médico, un psicólogo, una trabajadora social, un odontólogo cada 2 puestos y un administrativo. Estos 5 constituían un equipo, pero ese equipo era manejado por los miembros de las 300 familias que estaban a su cargo. Estas 300 familias constituían el poder, ellos controlaban si la gente venía, si no venía, si cumplían o no cumplían. Y ellos tenían la guita ¡la guita les dábamos! No robaron nunca.
Después de que caigo, el que ocupa mi cargo (Ginés González García) se pasó meses enteros revisando todas las boletas para ver en qué lugar encontraba dónde se habían afanado algo los del pueblo. Y no encontró que faltara ni un mango. Claro, era un pueblo enseñado a la lucha por sí mismo, un pueblo decidido a defender sus propias cosas.
Y los directores de hospitales llegaban y me decían: “Floreal ¿pero vos qué querés hacer, destruir al hospital? ¡No viene nadie al hospital, están todos en los ATAMDOS!” Y ese era el camino.


-Entonces, ¿por qué no prosperaron los ATAMDOS y la gestión que realizó?
-Y, en ese momento me tiré en contra de las cesáreas y de los medicamentos. Y bueno, me daban con fuerza. Antonio Cafiero (ex gobernador de la provincia de Buenos Aires) estuvo bien ahí, no me aflojó la mano, pero se asustó. Un día me llamó al despacho y estaba Juan Pablo, el hijo. Y el padre me dice “¿Vos qué querés hacer, un soviet en la provincia de Buenos Aires?”. Y le respondo, ¿por qué, vos le tenés miedo a los soviets? “No, no, ¡cómo le voy a tener miedo! Entonces Juampi, que estaba ahí, le dice “Viejo, te cagó, eh” (risas).
El tema es que no se podía hacer eso sin poder. Nosotros creíamos que teníamos poder, pero no era así. Teníamos un cachito. Las organizaciones médicas y las corporaciones son muy fuertes. Inventaron cualquier cosa contra mi mujer, contra mí. Y yo le dije a Cafiero “tomá, acá te presento mi renuncia”. Pero todavía existen los ATAMDOS, claro, siguen pero sólo el nombre. Son otra cosa.

-¿Qué contexto nacional tiene que existir para generar esos cambios de los que usted habla con relación a la salud?
­-Eso sólo se puede plantear en un gobierno revolucionario. Por ejemplo el gobierno revolucionario del 73, y era jodido hacer eso. Yo en el 73 duré en el ministerio lo que duró Cámpora, 90-100 días. Y chau, a otra cosa. Y en el segundo, cuando la cosa venía empalada bien, pero encontraron cualquier argumento para joderme. No tiene ningún sentido en este momento plantear algo en salud sin dos cosas: la atención primaria y la participación popular. Sin participación popular no hay salud ¿por qué? Porque la participación popular es la que te dice lo que necesita, si están felices, si no están felices, si lo estás atendiendo bien, si lo estás atendiendo mal.

-Volviendo a la atención primaria, Federico Tobar, que formó parte del equipo de trabajo de Ginés González García en 2002 durante el gobierno de Duhalde, diseñó junto al ministro el plan Remediar y el Programa Médico Obligatorio. Él señaló que, de la historia de las políticas de salud en el país, fue la que más impacto inmediato tuvo ¿Es así, le parece acertado?
-No me hagas hablar contra los burócratas, dejálo ahí. Tobar no es tonto y Ginés tampoco.
Yo estoy absolutamente seguro de que no hay un solo tipo que está en el poder que no afane, estoy absolutamente seguro. Porque eso es el capitalismo, la corrupción es un hecho absolutamente normal. El capitalismo es eso, una fórmula para quedarse con el trabajo de los trabajadores. Karl Marx lo llamaba la subsunción real del trabajo. El capitalismo de por sí se queda con una parte del laburo, la plusvalía, pero se queda con más todavía. Eso es el afano, la corrupción.

-Si el capitalismo conlleva todos estos aspectos, ¿porqué se sigue apostando al capitalismo?
-No podés apostar al capitalismo, tenés que apostar auténticamente a un hecho nuevo, en el socialismo. La salud en estos campos tiene una virtud fenomenal, porque es una enorme necesidad de la gente, de la población. Si la población tiene necesidad de las cosas, si maneja su propia necesidad, ahí tenés la revolución.
Ahora si no hay participación, todos están mintiendo, se llame Tobar, se llame Ginés, se llame lo que quiera. Todos están mintiendo, porque están al fondo del capitalismo.
No hay salud si no hay participación, todo lo demás es tecnocrático.

-Usted estaba de acuerdo con Evita sobre la cuestión de los hospitales, que debían ser del pueblo y no del Estado…
-Me gusta lo que dijiste, eso me lo contó el Negro Carrillo (primer ministro de Salud del país, en ejercicio durante el gobierno de Juan Domingo Perón). Un día me dijo: “Yo creía. No, creo”. Era un negro fenomenal porque tenía una voz fuerte y te miraba a los ojos fijo. Y me hacía temblar el Negro. Entonces me dice “yo creo que el hospital es una responsabilidad enorme por lo cual el Estado tiene que gobernar los hospitales. Y Eva me está diciendo que no, que ella cree que los hospitales son del pueblo ¿Usted que piensa?”. Y me miraba, y me apuraba. Mire me parece que Eva tiene razón, le contesté. “¡No ve que son todos unos revolucionarios! Pero tienen razón”.
Él pertenecía a un gobierno muy popular, muy fuerte. Podía decir que era la expresión del Estado, pero nunca es la expresión del Estado. El Estado es siempre la expresión del poder capitalista. Para tener un Estado socialista hay que pelear mucho. Y hay que tener participación.

-Usted dijo que la relación médico-paciente era asimétrica ¿A qué se refería con eso?
-Totalmente asimétrica, porque lo que se juega ahí es una instancia de poder. El médico nunca baja al terreno para sentirse igual con el que habla, siempre pone su cosa. Un ejemplo patético de todo esto es el siguiente, una vez hicimos una encuesta en el Hospital Ferroviario. Una de las preguntas era: ¿cómo atendían los pediatras? Y la otra era poner unos observadores nuestros en la sala de espera, para ver cuánto tardaba en entrar un chico a pediatría y en salir. Bueno, y se encontraban cosas espantosas, en 1 minuto el chico entraba y salía, no tenía ni tiempo de sacarle los pañales, nada. Pero en un momento determinado los sociólogos que laburaban con nosotros nos dicen “hemos encontrado una cosa muy buena, que es la conversación de los que salen de pediatría cuando salen del hospital. Es absolutamente distinta a lo que nos contaron en el hall. ¿Y por qué es distinta? Porque cuando salen del consultorio putean contra los médicos. Porque le habían dado una receta que no entendían, le habían dicho tal cosa y no sabían de qué se trataba”. Aquí se mostraba exactamente lo que era la asimetría. Esto en los ATAMDOS no pasaba ni por puta, porque estaba el pueblo atrás.
En la actualidad no hay simetría, porque el poder lo ejerce el médico. Ahí está eso que se llama el modelo médico hegemónico, y muestra precisamente un trabajo de un antropólogo muy importante argentino que se llama Eduardo Menéndez, que hizo un trabajo excepcional sobre eso. Allí muestra cómo los médicos son primero biologistas, no creen para nada en la constitución de la subjetividad; y luego deciden ellos por decidir. Tercero siempre tienen una receta a mano. Y todo eso muestra que ellos son los que mandan. Y mandar rompe la asimetría.

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